¿Qué harías si no tuvieras miedo al fracaso?

A menudo no nos atrevemos a hacer aquello que realmente anhelamos desde lo más profundo de nuestro corazón. Sin embargo, con el paso de los años, esos sueños que alguna vez tuvimos vuelven a nuestra mente: los de la semana pasada, el año pasado, hace cinco años… Y duele no estar viviendo esas metas que tanto deseamos.

En esos momentos, nuestra mente suele llenarse de pensamientos erróneos: “No soy capaz”“No tengo la valentía para salir adelante”. Estas ideas nos paralizan, nos roban la fe y la fuerza que necesitamos para avanzar. Pero, ¿hasta cuándo vamos a permitir que esos pensamientos gobiernen nuestra vida?

Es hora de decir: ¡Basta!

Decidamos hoy romper con la mediocridad. Fijemos metas grandes, aunque parezcan inalcanzables, y determinémonos a hacer todo lo necesario para lograrlas. Cerremos las fugas de energía, eliminemos las excusas y comencemos desde un principio poderoso: orar sin temor y con todo el corazón.

Antes de escribir tus metas en papel, preséntalas ante Dios en oración. Pídele que te guíe y que ponga en tu corazón aquellas metas que Él desea para ti, con cada detalle. Este es el verdadero inicio de cualquier transformación.

1. Ora por tus metas y sueños. Invita a Dios a ser parte de cada paso de tu vida.

2. Obedece Su palabra. Tal como dice en Josué 1:8-9:

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.”

3. Trabaja con disciplina. Día tras día, sigue una agenda bien planificada y verás cómo tu vida comienza a transformarse.

¡No tengas miedo de soñar! Con fe, esfuerzo y la guía de Dios, tus metas se cumplirán.

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Bendiciones,

Hilda